Por la mañana Gema y yo vamos al colmado a comprar Chocopain (mezcla entre Nocilla y Nutella pero de cacahuete) y pan para desayunar acompañado de un café tuba (café especiado típico del país). Me desenvuelvo sin problema para hacer la compra hablando en wolof, estoy animada veo que voy avanzando.
De camino a Keur Madiabel hacemos parada obligada para comer en la Braserie de Kaolack, donde Anuar nos recibe tan amablemente como siempre y nos invita a sentarnos a su mesa para compartirla con él. Hacía dos años que no le veía y lo he encontrado un poco más delgado y con la mirada triste; me cuenta que su hermana, junto a la que regentaba el restaurante, murió en junio del año pasado y que se le hace muy duro; es cierto que se echa de menos la figura enjuta sentada detrás del mostrador haciendo las cuentas y cobrando. Abrazo a Anuar y sin decir nada nos entendemos… Comemos muy bien y podemos deleitarnos con un café expreso, es de las cosas que más echo de menos cuando estoy aquí, el café expreso, que solo lo tomo de vez en cuando en casa de Astou.
Kaolack sigue siendo tan sucio como siempre, es la ciudad de las motos, más de 4.000 corren desbocadas arriba y abajo entre un tráfico infernal que no entiendo como no hay más accidentes.
Aida Mbow, espera ansiosa en la carretera nuestra llegada y cuando nos ve viene sonriendo, bajo de la furgoneta y me abraza cálidamente diciéndome «nam nala», te echaba de menos, y yo le contesto «mala raw», yo también. Aida no habla francés solo habla wolof pero nos entendemos sin problema.
Al llegar a su casa, la pequeña Fanta se levanta corriendo a mi encuentro, y para mi sorpresa ya no es una pequeñaja, en dos años se ha convertido en una incipiente mujercita muy guapa. Los niños de la casa ocupan el tiempo hasta la cena: Fanta, Souleyman, Bigue y la pequeña Defatou no paran. Gema y yo dormimos en la habitación de Aida; a la mañana siguiente me entero que ella ha dormido en la sala.
Marga Coll, 05.12.17
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