Salimos en el mini bus a eso de las 19:00. Por la mañana le habíamos cargado en el techo la camilla y todas las cajas. Va lleno hasta los topes.

Gracias a Mamadou, pagamos para usar los cinco asientos de la primer fila; de otro modo no hubiéramos sobrevivido. Así y todo se hace duro.

A medio camino hacemos una parada técnica y cuando estoy subiendo al bus, veo que uno de los chicos que asisten al bus, está cerrando la puerta y yo todavía no he acabado de meter el pie. Sin darme cuenta grito Xaral! Xaral! -Espera! Espera!-, y se oye un estallido de risas general, los locales no pueden dar crédito a que una tubab (blanca) grite en wolof, y yo ni lo he pensado, ha salido espontáneamente. Mamadou no puede parar de reir.

Me impresiona la capacidad de los senegaleses de soportar estrecheces, calor, polvo e incomodidades durante quilómetros y horas para llegar a su destino. Tardamos quince horas, pero llegamos; yo tardo tres días en recuperar mi capacidad de asiento sin tener ninguna molestia.
Marga Coll 16.03.19
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