Desde hacía dos días teníamos apalabrado nuestro sitio en el bus, o eso parecía. Cuando ya estábamos preparados y más de una hora de espera, llega la noticia que el bus está lleno. Un conocido de Mamadou nos acerca a un pueblo a esperar un autobús que tenga plazas. Tenemos suerte y en nada pasa uno, grande con asientos más o menos mullidos y con reposacabezas y una fila central abatible.


No obstante el polvo se filtra por todos los rincones y no nos abandonará durante todo el trayecto; tanto que hay tramos en los cuales debemos taparnos la boca para respirar.
Quince horas después llegamos a Petit Mbao. Quince horas de casi no poder mover las piernas, quince horas de mal cabecear, quince horas de gente que sube y baja y que la tienes que dejar pasar como sea, quince… horas que nunca olvidaremos.
Llenas de polvo, el pelo áspero como paja, la camiseta que nunca más volverá a ser blanca, pero al fin en casa!

Astou, ya estamos aquííí!!!!!
Marga Coll, 22.03.19
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